Historia de la notación musical
La escritura musical conlleva toda una serie de símbolos
utilizados actualmente para la capacidad de plasmar en un espacio determinado
todos los sonidos y alteraciones que puede llevar una obra musical. Todos los
sonidos que se escuchan en la música son representados, pero el proceso que
generó ese resultado es de lo que se expondrá en este escrito.
Los neumas fueron los primeros en intentar representar de
alguna forma las alturas de los sonidos, siendo una herramienta para los cantos
gregorianos que se realizaban en la antigüedad, dichos escritos se les
denominaban con los nombres de punctum,
virga, clivis y podatus. Únicamente eran utilizados para entonar, sin
embargo se dejaba al tanteo el ritmo.
Posteriormente los neumas al ser poco factibles se acudio a
una nueva forma de escritura que conllevara un lugar determinado en dónde
colocar los símbolos. Se comenzó con una línea que llevara el orden de lo que
se llamaría notación cuadrada, dichos símbolos como su nombre lo dice eran cuadrados que sustituirían a la escritura con neumas y facilitaría la lectura. Fueron la invención de A Guido d'Arezzo (h. 995-h. 1050) quien propone este sistema añadiendo el tetragrama el cual sería el lugar indicado para la escritura revolucionaria:
Posteriormente él mismo sería el encargado de ponerle el nombre que actualmente conocemos de las notas, para ello utilizó como modelo el canto a San Juan Bautista, el cual de manera coincidente los versos empezaban con una nota arriba:
Ut queant laxisResonare fibrisMira gestorumFamuli tuorumSolve pollutiLabii reatumSancte Ioannes.
La invención de la imprenta en 1455 supuso un cambio radical para la divulgación de las
partituras. A partir de ese momento se tuvo la posibilidad de multiplicar los originales de
las partituras. No obstante, según los expertos, sólo una décima parte de la música escrita
con anterioridad a 1600 ha llegado a nuestras manos, debido principalmente a que hasta
esa fecha la impresión seguía siendo cara y compleja. Generalmente las copias de las
partituras se hacían a mano por expertos.
Así, gracias al buen hacer de Bach, las obras de
Vivaldi han llegado hasta nuestros días. A partir de 1700, con la llegada de la burguesía al
poder, se empezará a producir y a distribuir música impresa a gran escala. Es éste el
principio de una evolución que, ayudada por los avances tecnológicos, ha desembocado en
la actual presencia constante de la música en nuestra vida cotidiana.
Hacia 1600 se impondrá el sistema de compases.
En el siglo XVII, empiezan a emplearse las indicaciones de tempo o de velocidad: allegro,
adagio, etc.
- También comienza el uso de los matices de dinámica, aunque no pasan de ser niveles de
intensidad muy limitados: forte o piano. El uso de estos signos se fue estandarizando
durante el siglo XVIII. Se perfeccionaron los matices de intensidad, y se convirtieron en
habituales las indicaciones de crescendo o decrescendo.
En el siglo XIX, entre los compositores existe una tendencia generalizada a escribir todos
los detalles expresivos en la partitura. Por otro lado, se amplía el espectro de indicaciones
de tempo: largueto, allegro con moto y andante man non troppo son algunos ejemplos.
Estas indicaciones incluso se precisarán con el invento del metrónomo Maelzel, que indica
exactamente el número de negras que han de hacerse por minuto.
Ya más cerca de nuestros días, a principios de siglo XX, pocas innovaciones se
introdujeron. Realmente, la notación que nosotros empleamos hoy en la música culta se
corresponde con la empleada en la primera mitad del siglo XX.
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